Julio se formó en la actividad de yoga en los años ’80 con María Villanueva, en el Centro Apas-Yoga, cercana a los planteamientos de Antonio Blay. Se licenció en Psicología por Universidad de Valencia y estuvo dando clases de Educación Física en EE.MM. hasta el año 1988 en que sufrió un accidente de tráfico que le causó una lesión medular completa.

Actualmente es el responsable de Yoga Adaptado de la ONG ASPAYM-CV (Asociación de personas con lesión medular y otras discapacidades físicas de la Comunidad Valenciana) para quien imparte clases gratuitas de Yoga Inclusivo en el Polideportivo de Benimaclet de Valencia.

Hola Julio, ¿desde cuándo eres practicante de Yoga?

Hola. Yo comencé la práctica del yoga en 1982. En aquellos años era un veinteañero con muchas inquietudes culturales y espirituales, y me había encontrado con el yoga en varios artículos o reseñas de artistas o intelectuales a los que admiraba, así que me compré algún libro, pero mi confusión aumentó. Entendí que se trataba de una “actividad” que había que experimentar para conocerla. Me costó mucho encontrar un centro de yoga confiable pues en aquellos años, la mayoría estaban vinculados a sectas o movimientos religiosos orientales. Sin embargo tuve la suerte de que una de mis profesoras de la Facultad de Psicología conocía el centro APAS, dirigido por María Villanueva y a él me dirigí. María era para mi una persona admirable. Mirando su cuerpo, su cara, su ejecución de los asanas, yo no podía saber si tenía 50 o 70 años. Simplemente quedé fascinado. Además por ser una excelente profesora, muy dulce, sin mayor interés que el de transmitir sus conocimientos y técnicas a sus alumnos sin hacer el proselitismo tan propio de aquellos años.

 

¿Qué es lo que cambió en tu vida después del accidente?, explica tu experiencia sobre la práctica del yoga

En el año 1988 ya me había licenciado en Psicología por la Universidad de Valencia y estaba impartiendo clases de educación física en Enseñanza Media. Practicaba mucho deporte y tenía una vida muy satisfactoria a todos los niveles. Pero una caída en moto lo cambió todo, y no sabría decir si fue para peor o para mejor. Simplemente todo fue diferente a partir de entonces. La gente suele pensar que la discapacidad es una desgracia que resta posibilidades a la felicidad personal y esto no es así. Cuando yo percibo este sentimiento en las personas con las que hablo, suelo decirles que lo mejor de mi vida me ha sucedido en silla de ruedas: he vivido en la selva de Costa Rica, he buceado entre tiburones y mantas raya de más de 5 mts de eslora, he montado a caballo, he sido padre, he gestionado un hotel en el Caribe… Esto suele sorprender por esa asociación que solemos hacer entre discapacidad y desgracia; pero hay mucha gente que vive vidas muy plenas siendo discapacitado.

En mi caso, y en el de mucha más gente, un accidente es un renacer. El “rebird” del que mucho se habla en la “cultura yoga”. En el caso de lesiones traumáticas, este renacer no es solo espiritual sino que compete a todo nuestro ser. Yo tuve que aprender de nuevo a vestirme, asearme, ir al servicio, conducir, nadar, moverme en la ciudad, en la playa, en la montaña, etc. Todo es nuevo y fascinante. Todo es una aventura. Todo cuesta más y por lo tanto se disfruta más. Y ese disfrutar de cada momento sin esperar un premio es la esencia del Karma Yoga. El premio es el hacerlo.

¿Cómo surgió el yoga inclusivo?

Después de pasar varios años fuera de España, cuando regresé, comencé a practicar yoga en mi casa, pero no lograba practicar con regularidad. Una amiga practicante me habló de unas jornadas sobre yoga adaptado que se celebraban en el centro al que ella asistía. Allí conocí a otros practicantes discapacitados, y que además pertenecían ASPAYM-CV. Hablé con sus directivos y les comenté la posibilidad de dar clases una vez por semana en la sede de la asociación y la idea fue bien acogida. Con el tiempo contacté con la Fundación Deportiva Municipal, que se mostraron muy interesados en apoyarnos y el curso pasado nos cedieron una sala en el Polideportivo de Benimaclet, y con la ayuda de los alumnos en prácticas de los Ciclos Formativos y/o Grados Universitarios relacionados con la actividad física y el deporte que realizan sus prácticas con nosotros, hemos funcionado con muy buenos resultados. Y con la actividad ya consolidada, este año hemos decidido abrirla a todo interesado en la práctica del yoga, sea o no sea discapacitado, y sea cual sea su condición física o económica. Yo soy de los que piensa que las políticas inclusivas no son solo beneficiosas para los hoy en día llamados “afectados por diversidad funcional”, sino que lo son para todos los que comparten la actividad por el efecto motivador que supone el participar, aunque sea como testigo, del esfuerzo ajeno.

Gracias a Julio por sus palabras y lo que aportan.

Julio impartirá una clase de Yoga el viernes 7 a las 9:00 de la mañana.